Una vez,
un ruiseñor se posó en mi ventana otoñal,
era hermoso, precioso,
el tesoro del final del arcoíris.
Se apareció decidido,
obsesionado, deseoso,
creí en su sinceridad y me entregué a su pasión,
a sus besos,
me estremecí en sus brazos,
me apegué a su costado
y juntos,
cabalgamos por espacios desconocidos.
Sólo fue un ave de paso,
al poco, voló lejos,
desapareció con la brisa,
se fue al mar,
siguiendo gaviotas que lo alejaban de mí.
Hoy,
el ruiseñor des-apareció,
se alimenta de mis signos,
pero ya no canta en mi oído,
no saborea mi sonrisa,
no besa mis párpados,
no duerme en mi cama.
07-01-11
viernes, 7 de enero de 2011
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