Eras mi caballero sabio y gentil,
mi alimento,
mi oasis,
hasta que me apuñalaste.
Me apuñalaste
con el más cruel de los puñales:
el abandono.
Me abandonaste,
huíste cobardemente
para no quemarte en la hoguera de pasión que yo te entregaba,
para no ahogarte en el río desbordante del placer.
¿Cómo estoy?,
¡qué importa!,
soy mujer,
sobrevivo.
Ahora, sólo eres
espina clavada en el corazón,
que al dejarla muero
y al sacarla, me mato.
17-12-10
miércoles, 22 de diciembre de 2010
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