Cae la tarde en esta gran ciudad,
el crepúsculo se asoma de un rojo intenso,
allá, lejos,
en el horizonte.
Mientras, grandes grupos de personas
alimentan filas, en espera del caballo de fierro
que los transportará de vuelta a sus hogares,
de donde salieron, hace muchas horas.
Los percibo como manadas,
ordenándose uno tras otro,
con paciencia, con cansancio, con resignación,
me duele verlos.
Sin conocer los caminos recorridos
por cada uno de ellos, en esa larga fila,
los imagino, siento por ellos,
¿qué puedo hacer? me duele verlos.
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